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Laberinto Emocional

Laberinto Emocional

Sinopse

REPRESENTACIÓN SACRIFICIAL DE UNA EXPERIENCIA LABERÍNTICA Lo importante no es aquello que hacen de nosotros, pero lo que nosotros mismos hacemos de lo que los otros hicieron de nosotros. Jean-Paul Sartre Cuando Evan do Carmo me ha enviado su libro, nada dijo acerca de su tenor. Tampoco de su género. De inmediato surgieron algunos enigmas: ¿Qué laberinto es ese? ¿De qué trata estas emociones? Al abrirlo me di cuenta de que se trataba de una novela y pronto ha venido la voluntad de hojearlo. Al final, si no era gran conocedor de su obra, pero insuspecto admirador de su escrita no tanteé, me alboroté a devorar el libro, o mejor, leerlo lo antes posible, con la saña de una esfinge delante del peregrino sin la debida respuesta. De pronto me di cuenta de que la estructura laberíntica creada por Evan do Carmo no tendría como escenario el Palacio de Cnossos, pero la ciudad del Rio de Janeiro, en un periodo de posguerra muy significativo. Y no traería como personajes principales Perseo y Ariadne, pero hombres y mujeres de carne y hueso, de memorias y olvidos, cuyas historias se construyen en un largo hilo de existencia, constituidas por lastres de afectos familiares en que a cada descubrimiento hay una representación sacrificial, no al monstruo minotauro, pero al propio existir humano. La narrativa construida por Evan do Carmo adquiere un aspecto dramático, aunque guarde una tonalidad sensible de cuello maternal. Es esta la característica primordial (y principal) exaltada (¿o sería pincelada?) en este Laberinto Emocional. Los personajes evanianos se dan cuenta de sus propias existencias en una experiencia diaria con sus emociones más internas e intrínsecas, con sus faltas y carencias, con sus sueños y anhelos, en una transmutación experiencial de ser en el mundo vinculados entre sí en un indisociable existir-de –ser-en-sí y de ser-para-sí, en una relación dialógica de Yo-Eso e Yo-Tu, con el amor por esencia y la angustia por contingencia. Los meandros vivenciados por cada personaje, sea en grandes hechos o en gestos sencillos y contencioso, poseen motivaciones a más para leer el libro. Pues leer el Laberinto Emocional, de Evan do Carmo, es un revivir permanente. Una experiencia afectiva ininterrumpida. Como si estuviéramos recorriendo los laberintos de Creta, y, delante del grande monstruo de Minos/Vida nos sentiéramos como si fuéramos Teseo/Walter sin el hilo conductor de su amada Ariadne/Beatriz. Cada paso dado es un salto al inesperado. Uno lanzarse al vacío del existir tan bien conocido y no menos desesperadamente negado. Ya en el primer capítulo fui presentado a un yo-lírico que me decía a qué vino. Con extremado cuidado él teje su largo hilo de Ariadne y apunta la salida, cuando dice: "No soy literato, en realidad no me gustan los literatos ellos tienen maldades disfrazadas, son crueles al extremo y son manipulados por un espíritu egoísta y arrogante creen que tienen siempre razón, o que siempre tienen la mejor opción o salida para cualquier eventualidad, que saben explicar todo y dominar cualquier tema -, sobre todo cuando se trata de sentimientos envolviendo las relaciones humanas". Los temas fundamentales (y recurrentes) tratados por Evan do Carmo, en su Laberinto Emocional, es el amor y la soledad. El vacío y la locura. Dolor y soledad. Resiliencia y obstinación. Empatía y alteridad. Melancolía y esperanza. A cada entrelazar de vida (y de emociones) se percibe una 'silenciosa apertura' al que Frayze-Pereira entiende como 'al que no es nosotros y que en nosotros se hace decir'. Aunque no presente una mirada más profunda de las cosas, de los sitios y de las personas, Evan do Carmo indica/sugiere los contenidos más implícitos de sus personajes, lo que nos garantiza una profundización de nuestras propias percepciones emocionales delante de los actos comportamentales de los personajes.